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-¿Y qué vas a hacer ahora?
-No lo sé Gloria, no lo sé…- no era un tono de duda, no, sino más bien de ira, de envidia porque se había adelantado a su pasos; observando la espalda desnuda y flácida de la mujer, cómo se abrochaba de forma práctica el sujetador, con una especie de irracional pudor, se preguntó a qué venían esas vergüenzas cuando la había visto mil veces desnuda.
-Puedes denunciarla por maltrato, por abandono del hogar, por…
-¿Y qué consigo con eso?- silenció, un silencio que admitía lo evidente- por lo menos se llevó a la pequeña, que vete a saber si era mía… con la otra no sé qué coño hacer- se puso otra copa de vino, la saboreó- no tengo ni un puto duro, ni un puto duro… nada
-Puede a venirse a vivir conmigo…-dijo incorporándose, ajustándose el vestido, incitando más su escote provocativo, mirándose, retocándose en el espejo- porque gastándote el paro en los bares y los vicios, no es que seas un ejemplo a seguir- pintó de nuevo de carmín sus labios, sabia muy bien qué estaba haciendo, analizaba a través del reflejo del mismo todos los objetos de valor que aun podía haber en el hogar, no quedaba ninguno para su desdicha.
-¿Y lo eres tú?- dijo con desprecio- ¿Le eres tú que te vendes por cuatro duros?
-Mira Víctor, si quieres te ayude, te ayudo, pero está claro que esa niña no acabará bien a tu lado…
-¿¡Te quieres callar de una puta vez?!- vociferó dando una patada a la mesilla- ¡Maldita zorra, joder!- más calmadamente que la anterior vez, gesticulando de forma desesperada, admitió a su contrario una vez más que tenía un problema, que estaba cansado, que se encontraba arruinado.
-En el fondo no me das lástima, tienes lo que te mereces- prosiguió echando en cara.
-Mira pendeja, no me vengas dándome consejos de nada- reprochó- no es mi culpa que seas una putilla con aires de santa, es tu puto problema ¿Me oyes?
-Si Victor, te oigo perfectamente... te oigo yo y Aidé que está tras la puerta- se giró bruscamente, viendo de refilón cómo se cerraba la puerta.
En un espacio tiempo de dos días, la poca inocencia que Aidé conservaba se vio corrompida; cada noche que pasaba, algo malo descubría, conocía bien el mundo de los mayores, pero callaba, callaba y guardaba silencio, esperando a que su hada madrina, su ángel, apareciese en sueños y la hiciese olvidar todo lo aprendido, así al menos, se lo había prometido.
2 comentarios:
mmmm que solitario está el patio, Cleptómano, nos metemos otro par de tiros??? Aprevecha, que stamos solos y así no compartimos tío, además esta mierda parece speed, que mal está cortada, si la prueban los otros pensarán que somos gilipollas al comprar este mataratas... ¿Qué, fumamos un tanto en papel de plata?
menudo blog de frikis
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