Mediados de Julio, una fecha inquietante para aquellos que poseen dinero suficiente como para pasar de par en par las hojas de un libro de viajes ambientado en Tailandia, Islas Mauricio o Peñíscola simplemente, sin embargo, los hay también que a causa de los inviernos cual cigarras –aunque no corresponda la fecha estacional con el cuento- no les queda más remedio que quedarse en su ciudad de origen, eso, o que su trabajo precario no les permita ahorrar ni un céntimo. Pero, bien distinto era el caso de Aidé, que dos mese atrás, el único ser que había estado velando por ella desde el principio por su existencia, había desaparecido para siempre, se había esfumado dejándola lo poco que tenía; normal esto en el circuito humano, hay a quienes les afecta con mayor o menor contundencia, quedándose la gran mayoría en un estado breve de dolor, de luto temporal que enseguida queda borrado por las circunstancias cotidianas; pero ella, acostumbrada a ver aparecer y desaparecer personas en su vida de forma dramática, exteriormente desde el primer momento actuaba como si nada hubiera pasado, con una extraña indiferencia que ocultaba un profundo dolor.
Prefirió aposentarse en el interior del bar, el aire acondicionado consolaba el sofocante calor que hacía en aquella plaza de fusilados bien retratado por Goya; la simbiosis decorativa entre casa andaluza con vanguardia bohemia e influenciada por la clientela pobre de las doce de la mañana por la música de Camarón, transformaban mágicamente el lugar en un antro propicio para la evasión de unas vacaciones inexistentes para Aidé en plena ciudad cosmopolita. Un tinto de verano auténtico, suma o adición de vino, casera, limón y naranja más una tapa en condiciones, presagiaban en su mente absorbida por Lorca que saldría del lugar con el bolsillo temblando. Era todo un acontecimiento el verse allí, Ella Sola, sin compañía, no es que sintiese vergüenza, ni pudor sencillamente pensaba que dejaba bien claro que no tenía nada ni nadie auténticamente, que estaba indefensa ante una vida llena de baches, más aun cuando enrojecía con las miradas lascivas de las camareras –o al menos eso la parecía- pensaba que era condenada de mala manera, que era el blanco de toda critica porque se atisbaba kilómetros milla su debilidad.
Habían llegado a su fin las clases que impartía de danza clásica hacía una semana y casi eran dos las de danza contemporánea, el tiempo se presentaba como espeso, eterno y agobiante, horas que no caducaban y nada que hacer.
Decidió husmear la archiconocida obra del poeta de la Generación del 27 al leer un artículo donde exponía su carta astral llena de influencias negativas, las cuales marcaban un duende lleno de genio-locura a causa de las frustraciones existenciales, influido a su vez por las grandes fechas de las catástrofes de la humanidad de principios del siglo XX y un sinfín de asuntos místicos que bien pudieran venir al caso, para pasar el rato. Con la táctica ambiente, aquella que conjugada con la sugestión de la lectura hacían creer a Aidé que, de un momento a otro, dos gitanos inexistentes matarían de un navajazo a un tercero en mitad del bar, disfrutaba cual niña pequeña, sin importarle nada ni nadie de su alrededor momentáneamente, incluso llegando a emitir alguna que otra carcajada, sin embargo, toda esa pantomima mental, se vio interrumpida por una voz familiar: un personaje inusual, auténtico, que bien se desenvolvía en cualquier pecera, sin importarle lo más mínimo las críticas nocivas efectuadas por el prójimo, el mismo que le había lanzado un salvavidas a Aidé en su momento como buen arquero que rescata a una dama, solo que a su manera, como únicamente podía; quizá por ello, ella pensaba en sus adentros devolverle el favor ayudándole, como ley de correspondencia, pero sin darse cuenta, que también ella podía verse arrastrada de nuevo a las espirales.
-¿Qué pasa Arquero?- saludó de elegante manera en tanto pegaba un trago a su tinto.
-¡Aidé!- respondió con su equivalente glamur irónico.
Más de dos metros separaban del conocido y un tercero, que apoyado en la barra junto a él, miraba analizadoramente entre el deseo y la novedad, provocando un intercambio de químicos cerebrales que abarcaban desde la disparatada adrenalina hasta la serotonina, pasando por la endorfina en el interior de la joven.
-¿Qué tal?
-Bien… bien…-expresó aceleradamente-con una resaca que me mata- pronunció con una pseudolástima autoconsoladora
-¿Pero has sido feliz?- alentó infantilmente, devolviendo la pelota con tintes de inocencia
-Si, claro- tajantemente respondió desconcertado.
-Eso, es lo importante- ser feliz, buscar la felicidad, lo único que mantiene en pie al ser humano…
Un breve espacio tiempo donde ni ella leía, ni los amigos hablaban, ni el tercero no presentado le quitaba el ojo de encima, se presentó como violento.
-Oye, nos vamos-anunció- pásate por el Ferro… ya sabes.
-Si, ya sé, acabo con esto y en un rato voy- un sé que bien podría marcas ingenuidad ante los ojos de aquel Arquero, un sé que suponía la omnisciencia de la compra-venta de jachís de Aidé.
-Vale, estaremos allí- mutis del vividor Arquero, mutis de personaje no identificado que provocó un maësltrom arrollador en el cuerpo de Aidé; la curiosidad era superior a la compostura, en otra ocasión se hubiera quedado en el bar, continuando su lectura, pero aquel personaje tenía que ser modelado, no podía quedarse como una figurilla abstracta poseyendo una química no verbal de semejante índole.
martes, 26 de febrero de 2008
Lady Sisiak & Seres dormidos II
Etiquetas: Lady Sisiak y Delirium Tremens
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1 comentario:
increible el aforo de comentaristas de este blog!!!! tendremos que contratar a Mariñas??? Es para salvarnos un pokillo el culo
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