Lady Sisiak & Delirum Tremens X

¿Podría Shakespeare haber augurado nuestra historia de amor, si es que acaso es amor? Mantuvimos el contacto por obra y gracia del destino, de los astros, del cosmos en general… Increíble, pero cierto, me dieron el alta en tiempo record en comparación con el resto de mis colegas de Hospital, calificábanme los loqueros con un Trastorno Limítrofe de Personalidad – o lo que es lo mismo, ése Sindrome Borderline que está en alza últimamente- conjugado con un brote psicótico producido por tóxicos, esto quiere decir que me pasé de la raya con el speed (seis gramos en dos días si mal no recuerdo)y me dio por pensar que había hecho una extraña regresión a mi anterior vida, en la cual había sido obligada a ser actriz porno bajo los efectos de una droga desconocida, que vivía encerrada en el punk de los ochenta y que ¡Caramba! En aquel festival los Eskorbuto aun no había desaparecido… El caso estaba en que, el mismo día que recobraba mi libertad, Judith, era expulsada del Nido del Cuco sobre el que ambas habíamos volado; no nos faltó tiempo para salir a celebrarlo, pese a las advertencias múltiples en las cuales los médicos afirmaban que mi sistema nervioso estaba K.O y que en cualquier momento podría regresar allí, dándome otro jari ¿Pero qué me importaba si aquello era como estar en un hotel de cuatro estrellas?

Fue tres meses después, en una noche de verano, ella ya había cogido la costumbre de pasarse por mi kelo, desahogarse sentimentalmente y pillarse algún pedo que otro, mientras yo ejercía de terapeuta, que, valga las vueltas y contrariedades que da la vida, era ella la terapeuta ocupacional. Creo que podéis imaginar la cantidad de argumentos místicos que me monté en mi cabeza para alegar que Judith, había aparecido en mi vida por algo más que amistad y las múltiples noches que me revolqué por mi cama, pensando y masturbándome en ella. Hasta que una noche de verano, al llevar un chuzo de más no poder, La Diosa otorgó la escena:

-Tíaaaa, no estoy en condiciones de coger el coche- afirmó zarandeándose cerca de una farola- ¿Te importa que duerma contigo?

-En absoluto reina, en absoluto…- dije sonriendo perversamente. Y es que, ese contigo, había sido lo más insinuante que había recibido de sus labios carnosos que un en tu casa.

Y de ahí a empezar a jugar con mis pies y sus piernas esculturales, de acariciarla tímidamente los brazos, a besarla lo más morbosamente que podía el cuello y las orejas, lo más asombroso, es que ella respondía a mis estímulos de grandiosa manera. Luego me permitió retozar con su botoncito, saborear su vagina y enredar sus intimidades con un consolador mediocre. Sé que se corrió, lo sé, sus suspiros, sus gemidos, sus quejidos daban muestra de ello, se dejó hacer, yo no la pedí nada más que me permitiera ser parte de ella y sentirme parte de ésa perfección que era; más, nada de ello se volvió a repetir, ella actuó después como si nada hubiese ocurrido, para mi desdicha, y yo, tampoco quise mencionarlo nunca, omnisciente de, que en realidad Judith, se avergonzaba de ello.

-Tíaaa, voy a coger el metro, llevo un pedo que no puedo- dice ahora apunto de caerse al suelo.

-¿No te quieres quedar en casa?- pregunto apenas con maldad

-No… no…- responde y es en esos momentos en los que agradezco en que al menos, sigamos siendo amigas.